jueves, 21 de marzo de 2013

Una casa: miles de recuerdos

Nunca había vivido fuera de mi casa más de un mes. No la de mis padres, la mía, la verdadera que he construido poco a poco con mi pareja.

Desde el mes en que nos fuimos a la aventura americana no la había vuelto a pisar, 7 meses hacía que salí de allí. Yo pensaba que el impacto al volver no iba a ser importante, es más, ni me lo planteé.

Al llegar dormí en la casa de mis padres. Era muy tarde y quería 'mimos', cena de mamá, y una casa acogedora en vez de una casa cerrada y fría.

Habitación de Van Gogh
Volví a dormir en mi cuarto, que ha sido usurpado por mi hermano durante los últimos 20 años... Me encantó la sensación de dormir en mi cama de adolescente, con mi estantería, mi mesa, la ventana con esas vistas impresionantes, la mesita de noche, el cuarto de baño... todo recuerdos de otra época.
Eso sí, adornados con pósters de motos, chicas ligeras de ropa, imágenes de conciertos, en fin, una habitación de chico adolescente. ¿Nunca os he contado que me llevo 20 años con mis hermanos pequeños?, ya os lo contaré, que es muy curioso, si es que llevo toda la vida cuidando niños...

Por la mañana mi padre me acercó a mi casa. Los perros, emocionadísimos al verme, me hicieron una cordial bienvenida, llena de lametazos, saltos, pelos pegados a la ropa, babas... vamos, que la entrada fue triunfal. Más tarde, ya a solas, me di cuenta de lo que significa volver a casa:

  • Todo, TODO, tiene un porqué. Son recuerdos, sabes cuándo lo has comprado o quién te lo regaló, el día que lo pusiste ahí, cuál fue la razón de que ese tenedor, mesa, cuadro o trapo entrara en tu vida.
  • Las cosas sí significan. Pasar por la habitación de los niños, llena de juguetes y recuerdos, pero vacía de vida... qué penita más grande pensar lo que les gustaría a ellos entrar ahí.
  • La cocina llena de cosas, ¡tengo de todo! coladores, platos iguales, vasos de todos los tamaños, cubiertos, tazas, tacitas, tetera, cuchillos que cortan genial, podría montar una tienda de hostelería...
  • El jardín, salvaje por cierto, con las plantas enormes, con los columpios vacíos, con los cubos y camiones de juguete tirados en la arena, sin niños...
  • Mi habitación con el edredón que compramos en un viaje porque nos encantó, las cortinas que otro día añadimos con tanta ilusión, los cuadros que hacen de cabecero... todo, TODO, tenía sentido :-)

Y no es que en la casa de Estados Unidos estemos mal, al revés, es fantástica, y poco a poco la llenamos de recuerdos también. Pero cuando alquilas una casa y vives como una familia de estudiantes expatriados (que es lo que somos ahora) es todo más impersonal... aunque tiempo al tiempo, que ¡en 7 meses ya hemos acumulado un trasterío importante!

No me quiero ni imaginar cuando tengamos que irnos...

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