sábado, 23 de marzo de 2013

Cuando la vida te da una prórroga

Recuerdo el día que le dijimos a mi suegra que íbamos a tener nuestro primer hijo, estábamos felices... pero ella estaba muy triste, nos contó que le acababan de diagnosticar un tipo de cáncer.

Aguela vista por su nieta
Había que empezar rápidamente con un tratamiento agresivo, quimioterapia, y seguramente habría que hacerle un trasplante de médula ósea...

Nos quedamos derrumbados... ella estaba fatal, pensaba que no iba a conocer a su nieto. Sus ganas de luchar eran tan pocas que no quería ni probar la 'quimio'. Si total lo iba a pasar mal y no iba a vivir, ¿para qué?.

El tiempo ayudó a asumir la situación, la quimio fue dura, y con mucho ánimo la fue superando. Cada sesión era un reto, había que pasarlo, ¡había que seguir adelante! Pasó de estar derrumbada a dar ánimos a todo el servicio de oncología del hospital, a los otros pacientes y a sus familiares.

Recuerdo el día que la acompañé a comprar su primera peluca... qué duro es que te pregunten si te rapan la cabeza... que hablen con toda naturalidad de una realidad que todavía no has asumido... Esa tarde nos pusimos todas las pelucas que encontramos en casa y nos hicimos fotos, nos reímos del momento 'peluca'. Qué importante es tener apoyo en los momentos difíciles, y ponerle al mal tiempo buena cara :-)

La evolución del tratamiento acompañó al embarazo, cada sesión de quimio iba de la mano de visita al ginecólogo. Ella iba superando fases y yo aumentado de tamaño... al final llegó el niño el día del cumpleaños de la abuela, menudos guiños nos da la vida ;-)

Cuando el bebé tenía un mes la abuela tuvo que pasar por el transplante, 30 días en una especie de burbuja incomunicada. No importaba, era solo un mes, ¡seguro que salía bien!

Desde el transplante, camina más de una hora al día, cuida la alimentación, va a todas las revisiones, ha dado charlas sobre la importancia del ánimo y las ganas de vivir a otros pacientes y a enfermeras... y sobre todo se 'come la vida', como si tuviera una prórroga, vive un regalo, un segundo tiempo.

El transplante fue un éxito, vamos a cumplir 9 años y estamos como rosas. Ha conocido otros 3 nietos , y se ha replanteado la vida. Se ha convertido en la abuela viajera, junto con sus amigas lleva 8 años conociendo el mundo, incluso ha venido a vernos a Estados Unidos, ha emprendido un negocio nuevo y desde luego ha dejado asombrado a todo el servicio de oncología.

La ciencia avanza, lo que nos digan hoy puede mejorar mañana... y de lo que no hay duda es de la importancia de las ganas de vivir, del ánimo y de cuidarnos: buena alimentación, ejercicio y prevención. Y aunque, como dice una amiga, cuando te toca te toca, siempre será mejor llevarlo con ánimo :-)

Al fin y al cabo todos estamos en una prórroga, vivir es un regalo.

jueves, 21 de marzo de 2013

Una casa: miles de recuerdos

Nunca había vivido fuera de mi casa más de un mes. No la de mis padres, la mía, la verdadera que he construido poco a poco con mi pareja.

Desde el mes en que nos fuimos a la aventura americana no la había vuelto a pisar, 7 meses hacía que salí de allí. Yo pensaba que el impacto al volver no iba a ser importante, es más, ni me lo planteé.

Al llegar dormí en la casa de mis padres. Era muy tarde y quería 'mimos', cena de mamá, y una casa acogedora en vez de una casa cerrada y fría.

Habitación de Van Gogh
Volví a dormir en mi cuarto, que ha sido usurpado por mi hermano durante los últimos 20 años... Me encantó la sensación de dormir en mi cama de adolescente, con mi estantería, mi mesa, la ventana con esas vistas impresionantes, la mesita de noche, el cuarto de baño... todo recuerdos de otra época.
Eso sí, adornados con pósters de motos, chicas ligeras de ropa, imágenes de conciertos, en fin, una habitación de chico adolescente. ¿Nunca os he contado que me llevo 20 años con mis hermanos pequeños?, ya os lo contaré, que es muy curioso, si es que llevo toda la vida cuidando niños...

Por la mañana mi padre me acercó a mi casa. Los perros, emocionadísimos al verme, me hicieron una cordial bienvenida, llena de lametazos, saltos, pelos pegados a la ropa, babas... vamos, que la entrada fue triunfal. Más tarde, ya a solas, me di cuenta de lo que significa volver a casa:

  • Todo, TODO, tiene un porqué. Son recuerdos, sabes cuándo lo has comprado o quién te lo regaló, el día que lo pusiste ahí, cuál fue la razón de que ese tenedor, mesa, cuadro o trapo entrara en tu vida.
  • Las cosas sí significan. Pasar por la habitación de los niños, llena de juguetes y recuerdos, pero vacía de vida... qué penita más grande pensar lo que les gustaría a ellos entrar ahí.
  • La cocina llena de cosas, ¡tengo de todo! coladores, platos iguales, vasos de todos los tamaños, cubiertos, tazas, tacitas, tetera, cuchillos que cortan genial, podría montar una tienda de hostelería...
  • El jardín, salvaje por cierto, con las plantas enormes, con los columpios vacíos, con los cubos y camiones de juguete tirados en la arena, sin niños...
  • Mi habitación con el edredón que compramos en un viaje porque nos encantó, las cortinas que otro día añadimos con tanta ilusión, los cuadros que hacen de cabecero... todo, TODO, tenía sentido :-)

Y no es que en la casa de Estados Unidos estemos mal, al revés, es fantástica, y poco a poco la llenamos de recuerdos también. Pero cuando alquilas una casa y vives como una familia de estudiantes expatriados (que es lo que somos ahora) es todo más impersonal... aunque tiempo al tiempo, que ¡en 7 meses ya hemos acumulado un trasterío importante!

No me quiero ni imaginar cuando tengamos que irnos...

lunes, 18 de marzo de 2013

Madre soltera sin hijos

He estado un mes en España. Los niños y el padre se han quedado en Estados Unidos. Un mes sin niños, sin pareja y sin deberes de madre. ¿Y sabéis qué? os lo recomiendo ¡mola mucho!

No somos 'superwomans'
Por suerte tengo una suegra fantástica que ha venido a cuidarles mientras yo no estaba. Tiene mucho mérito, porque a su edad se ha atrevido a cruzar el océano, a pasar la aduana, y a vivir en un país nuevo, sin hablar el idioma y sin tener más amigos que los nietos y a su hijo, que encima están todo el día en el cole o trabajo... lo dicho, una suegra estupenda :-)

Al principio fue extraño... como un silencio y una especie de 'no tengo nada que hacer'. ¿Habéis sentido esa sensación de levantaros y solo tener que preocuparos de vosotros mismos?

No había que despertar a nadie, no había que pelearse porque llegábamos tarde al autobús, no tenía que hacer desayunos para todos, no tenía que preparar la comida del cole, ni revisar las mochilas y ropa de cada uno, no tenía que recoger, ni peinar, ni chillar 'lávate los dientes',...

...vacío... ...relax...

¿Y esa sensación de da igual cómo esté la casa? ya lavaré, ya recogeré, ya haré la compra... (nunca la hice ;-) Vivir sola un mes, ¡mola mucho! Ni me acordaba de esa sensación de que nadie dependa de ti...

He trabajado mucho, mucho, muchísimo. He dado miles de clases, he ido a intensas reuniones, no sabía en qué habitación me despertaba porque he viajado mucho, me he tragado muchos marrones laborales... pero solo me tenía que cuidar a mi misma, así que si no quería no cenaba, no pasaba nada si no había comida en la nevera, salía sin desayunar y picaba algo en el primer bar que me apetecía... no había hora de acabar de trabajar, no importaba trasnochar para acabar un proyecto o para ir a una cena con amigos.

He aprovechado para ver a mucha gente que echaba de menos: familia, amigos de toda la vida, compañeros de trabajo, gente de mi infancia, amigos del pueblo... Mi madre me ha mimado, solo cuando quería, sin agobios, a 'mi rollo'. Mi sobrino me ha querido con abrazos de oso que valen por un año :-). He disfrutado de las comidas familiares de otra manera: como hija, hermana, tía y sobrina.

La primera semana ni tiempo de apreciar esta 'soledad' de madre, la segunda semana aprecié el gusto por cuidarme solo a mi y disponer del 100% de mi tiempo, la tercera semana ya estaba en mi salsa, y a la cuarta... a la cuarta echaba de menos a mis niños, mi pareja y mi vida con las ardillas gringas.

Conclusión: viene bien, MUY BIEN, alejarse un tiempo de todo para volver a casa y apreciar lo que tienes. Mi chico más guapo, encantador y 'tío bueno' que nunca. Mis niños muy mayores, cariñosos y responsables. Mi casa de expatriada acogedora y con esa vidilla de familia, que también mola mucho :-)